Mª Ángeles Díaz nació en Granada, aunque reside en Barcelona. Ha sido colaboradora de la revista Symbolos desde su fundación en 1991 y hasta el fallecimiento de Federico González, su fundador y director. En ella ha publicado numerosos artículos sobre Arte, Masonería y Hermetismo.
Los hombres no crean a los dioses, sino que los descubren y
los interpretan, es decir, se nos revela su nombre a través de sus arquetipos o
principios inmutables, los que manifestados en todos los fenómenos naturales,
tanto físicos, anímicos y espirituales, astrales o telúricos, nos permiten
entender parte del misterio de la vida. Los mitos son, por tanto, la
explicación simbólica que los hombres dan a todo aquello que, aun siendo un
enigma, se muestra como lo más real de la existencia. Se trata de la expresión
del misterio de la Creación y del Orden y equilibrio entre los opuestos
aparentes (como lo femenino y masculino, yin y yang, simpatía y repulsión) con
que ésta se manifiesta. Sin embargo la principal enseñanza contenida en este
código simbólico se halla en el propio nombre Mito que equivale a misterio;
mito y misterio provienen de la raíz "muein" que significa callarse,
en alusión al silencio interior con que finalmente debe recibirse la iniciación
a estos códigos sagrados y a los misterios de la existencia.
Cualquier pequeña investigación nos lleva a comprobar que
todas las grandes culturas de la historia, y todos los pueblos arcaicos, han
descubierto al principio de su tiempo, a sus dioses, es decir, han percibido al
Ser Universal expresándose en la naturaleza de su entorno, en su geografía, el
paisaje, mares, ríos, fuentes, montañas, volcanes y astros, especialmente se
han fijado en el Sol y la Luna.
También los han observado en los ritmos y los períodos
celestes, en todos los fenómenos naturales y atmosféricos, así como en el
efecto que dichas energías tienen sobre el resto de seres, tanto del reino
animal, vegetal como mineral y por supuesto humano. Estas relaciones de
energías cósmicas y telúricas, productoras de cambios climáticos y rítmicos (tales
como lluvias, periodos de sequía, tormentas o la división de las estaciones del
año, etc.), y la repercusión de todo ello sobre los ciclos vegetales han
mostrado, por ejemplo, a entidades que se revelaban en dichos procesos
agrarios, constituyéndose estas revelaciones en el símbolo de la impronta con
que los dioses han signado a ese pueblo determinado al otorgarles unos
conocimientos y una Tradición cultural y con ella un ligamen con los verdaderos
misterios del Universo.
Es así que algunas leyendas relacionadas con los símbolos
agrarios constituyeron en el tiempo una enseñanza iniciática y espiritual, y el
soporte para ciertos rituales mistéricos con los que se transmitía la clave de
acceso a la Unidad del Ser a través de sus manifestaciones. En este caso la
naturaleza vegetal dado que ésta es una teofanía que muestra de una manera
clarísima que todo está indisolublemente ligado, incluida la vida y la muerte o
la muerte y la resurrección.
Nota:
Este escrito es un fragmento del artículo "En Pos de
Deméter", con el que colaboré en el número 27-28 de la Revista Symbolos
dedicado a destacar el papel femenino del Ser Universal. Puede leerse completo
en "Temas de la revista Symbolos".
https://www.2enero.com/textos/s27demeter1.htm
Imagen: Pintura histórica de un ritual de primavera,
Lawrence Alma-Tadema,1836–1912 (fragmento).
Este es Perceval, noble héroe de la Tradición artúrica
predestinado a reconquistar el Santo Grial. La escena que muestra esta pintura
responde al momento en el cual, después de abatir a los guardianes del castillo
del mago Klingsor debe cruzar el jardín encantado.
Y del mismo modo que procedió Ulises, haciendo oídos sordos
al canto de sirenas que intentaban apartarlo de su rumbo a Ítaca, lo hizo el
joven caballero Perceval al verse asaltado por un grupo de jovencitas-flor
apenas cubiertas de narcisos, peonías, rosas, lirios, azucenas, tulipanes, violetas,
claveles…, que se reflejan en su armadura y que solo buscan retenerlo en los
placeres mundanos y desviarlo de un destino que él ha escogido, superando
numerosas pruebas para llegar a esposarse con su "dama interna”.
Él lo
sabe con total certeza, y por eso el pintor lo muestra firme e inalterado,
apartando con suavidad esos “encantadores” obstáculos y fijando su mirada en un
punto imperturbable. Mª Ángeles Díaz
"El caballero de las flores" por Georges Antoine
Rochegrosse. Hacia 1895. Museo d'Orsay, París
Otra magnífica obra del Arte Etrusco, la civilización que
tanto fascinó a los hermetistas del Renacimiento, siendo ellos los primeros en
rescatar las piezas que hoy podemos admirar en distintos museos, comenzando por
el Arqueológico de Florencia, donde se encuentra la colección completa de Cosme
de Medici. De hecho, fueron estos inspirados intelectuales y poetas del entorno
de la Academia Platónica de Marsilio Ficino quienes iniciaron la
Arqueología
como ciencia al prestar atención a lo que hasta ese momento se tenía como
viejas ruinas que se expoliaban, sin ningún miramiento, como material para nuevas construcciones.
Algunos documentos y cartas contenidas en el
magnífico archivo de Isabel d’Este, cuentan cómo estos hermetistas tenían que
ingeniárselas para rescatar estas "ruinas", especialmente las estatuas de los
templos, pues enseguida eran acusados de paganismo y muchas veces tenían que
ver piezas magníficamente talladas que eran utilizadas como recipientes para
dar de comer a los animales o cosas por el estilo. Entre estos primeros
arqueólogos también se encontraban los pintores y dibujantes que recogieron en
sus lienzos monumentos o restos de los que solo de ese modo tenemos constancia.
Estos arqueólogos buscaban los restos de antiguos templos
siguiendo los datos ofrecidos por los textos clásicos, Homero, Hesíodo,
Herodoto, y de ese modo crearon también los primeros mapas. Hablamos de
Bartolommeo dalli Sonetti o de Cristóforo Buondelmonte, buscadores también de
manuscritos, ya que estos hombres no tenían de la Arqueología una idea de
indagar en lo viejo y caduco, sino en aquello que es perenne, arquetípico y
universal.
Volviendo a Etruria decir que gracias a estos amigos
renacentistas tuvimos conocimiento de que se trató de una civilización que
convivió con la romana y que habitó sobre todo la región de la Toscana y la
Umbría (siglo IX a.C.). Aunque de esta cultura casi no se sabe nada pues unos
cuentan que eran autóctonos de esas tierras y otros en cambio creen que
llegaron de Oriente. Dionisio de Halicarnaso, por ejemplo, asegura que esta
civilización no se pareció a ninguna otra, ni en la lengua, ni en la forma de
vivir.
Hesíodo y Herodoto también se refieren a ellos y los llama los
tyrrhenoi (del mar Tirreno, que baña
la costa de la Toscana), nombre con el que denominaban los griegos a este
pueblo misterioso, que fue asimismo una potencia marítima, una talasocracia,
hasta el punto que se consideraban hijos de reyes y patriarcas legendarios, y
descendientes directos de Ulises y Circe, la maga conocedora de los secretos de
las plantas, esto es, de la ciencia de los venenos y remedios. Efectivamente, tal como lo relata Esquilo, los etruscos elaboraban
medicinas y practicaban lo que se denominó la “etrusca disciplina”, es decir,
la aruspicina o ciencia de la adivinación. Un arte que era prerrogativa de la
casta sacerdotal, arte al que nos referimos en anteriores post cuando hablamos de la conocida
pieza denominada “Hígado de Piacenza”, con la que los etruscos adivinaban el
porvenir, y curaban ciertas enfermedades. Ma. Ángeles Díaz
Los T'boli
son un pueblo asiático cuyas mujeres son músicos por tradición. Ellas educan su
voz para cantar las leyendas de su pueblo y narrar su cosmogonía.
De ese modo
las muchachas que son llamadas a la música reciben lecciones de una mujer sabia
que las instruye en el sonido, cosa que realizan en las montañas. Allí la
maestra enseña a la joven a oír el viento, el agua y el sonido ambiental que
desde ese lugar emite su territorio.
Es en las
altas cumbres donde la sabia mujer enseña a la muchacha a liberar su voz y
poder así cantar las canciones tradicionales.
Una de esas
canciones relata que en una ocasión el pueblo T'boli iba a ser atacado por un gigante
monstruoso. Este, antes de llegar, oyó el canto de las mujeres. Tanto placer
sintió que se detuvo para oír la melodía quedando dormido. De este modo los
hombres pudieron atraparle y evitar el ataque.
Cuentan que
cuando la muchacha está preparada para el canto ritual, las mujeres engalanadas
con sus adornos simbólicos y sus mejores vestidos bordados con hilos de múltiples colores
e incrustaciones de nácar, se reúnen para oír cantar a la joven. Ma Angeles Díaz
Mediante la estructura recreada en este símbolo textil de
365 cuadrados, los pueblos precolombinos ordenaron su calendario anual, un
territorio, como el Perú, y construyeron las pirámides. Ese es el secreto del
diseño tradicional, que lleva implícito un código mágico. Federico González,
quien nos invitó a participar en este tipo de investigaciones, nos dice
respecto a esta figura:
"Podrá advertirse que el número perimétrico de esta
figura es de 52 cuadrículas, 13 por lado; además se compone de 7 cruces, y 7
cuadrículas diagonales: estos son números importantes también para el computo
mesoamericano. Pero lo curioso de esta figura es que el total de las
cuadrículas que la conforman es de 364, más el central, lo que nos da 365, la
duración exacta del año solar. También podría verse como la suma de 360
cuadrículas más las 5 de la cruz de en medio". (Los Símbolos
Precolombinos. Cosmovisión de las Culturas Arcaicas).Ma Angeles Díaz
Edward Burne-Jones (1866) recoge en este cuadro el momento en el que la Princesa Sabra es conducida al palo sacrificial donde espera ser devorada por el terrible dragón. Ella no sabe todavía que un joven caballero romano de alto rango militar, un tribuno llamado Jorge, la liberaría, matando a la fiera.
La princesa Sabra, hija del rey de Silene en la actual Turquía, camina hacia el lugar donde habrá de ser sacrificada a un terrible dragón que tiene subyugado y amenazado de muerte a todo su pueblo, al haber ha hecho su nido en una gruta donde se encuentra el manantial del que dependen.
Ante la gravedad de la situación aquél reino había tomado una decisión drástica y dolorosa. Para distraer al dragón, los habitantes no tuvieron otra opción que distraer al monstruo sacándolo de la cueva donde estaba la fuente, y lo hicieron entregándole periódicamente a una joven doncella, seleccionada por sorteo, con el fin de que mientras la fiera se deleitaba con su presa, otros podían recoger el agua suficiente para sobrevivir hasta un nuevo sacrificio.
Sabra no era la primera víctima pero si era una víctima especial, pues no solo era la hija del rey sino que era además una joven muy instruida, valiente y justa que según cuentan habría sido ella misma quien propuso ese sacrificio ritual como única forma de que su pueblo no se extinguiera. Una leyenda, por cierto, que guarda un vínculo simbólico con la del Minotauro donde es el príncipe Teseo quien se propone a sí mismo para ser devorado por el monstruo, siendo esa la estrategia con la que pretendía acabar con la bestia.
La noticia de que la princesa Sabra había sido la elegida en aquella ocasión para ser conducida al palo sacrificial se extendió rapidamente por otros reinos, y fueron muchos los que se reunieron con el rey para buscar junto a él una solución que acabara de una vez con aquel sorteo macabro. Y así fue como también llegó a oídos de un famoso caballero que ya era conocido como Jorge de la Capadocia, joven y valeroso oficial romano de alto rango, un tribuno, que con su caballo blanco y blandiendo su espada Ascalón, nombre de la ciudad de Insrael donde fue forjada, finalmente, como Teseo, consiguió matar al dragón y acabar así con aquel intolerable ritual.
Existen distintas leyendas que difieren en ciertos detalles del mito de San Jorge matando al dragón, pero ninguna es diferente en el fondo.
El hecho de que este caballero cristiano lograra acabar con la vida del dragón, devolviendo al país la paz y la vida, supone un rito de re-fundación. Es decir, supone restaurar un orden nuevo favorecedor para todos. Siendo así que, en una época de degradación de una cultura, muchos, entendiendo el significado de esta hazaña como una liberación de viejas ataduras, quisieron abrazar la religión de su héroe, el Cristianismo, aunque es evidente que el relato tiene raíces mucho más antiguas que las cristianas. El mito de Teseo y Ariadna y su hazaña de matar al Minotauro es evidente que está en el origen de esta idea simbólica y sus ramificaciones culturales. Mª Ángeles Díaz.
Sorteo donde se elige a la víctima que debía ser sacrificada al dragón y en el que resultó ser elegida la princesa Sabra.
Sabra atada al poste ritual esperando ser devorada por el dragón
"Fue en la región de Capadocia donde la leyenda del caballero Jorge tuvo su primer arraigo".
Edward Burne-Jones. La Princesa Sabra.
Dante Gabriel Rossetti "El casamiento de San Jorge y la princesa Sabra" (1857)
Hay un cielo espiritual y un cielo que es el que percibimos
por los sentidos.
Entre ambos hay todo el ámbito de la cosmogonía, incluida la
mitología, que el cielo astronómico simboliza, como es patente en todas las
culturas tradicionales.
El cielo astronómico describe las leyes de la cosmogonía que
son aplicadas a las ciencias como la arquitectura o la medicina, etcétera.
Sin embargo, todas esas lecturas de la bóveda celeste tienen
un sentido verdadero, simbolizar su trascendencia.
Arriba Nut, la diosa del cielo. Imagen recogida por
Champollión en sus viajes arqueológicos a Egipto, y a través de los cuales
desentrañó la Piedra Roseta, siendo para ello fundamental el libro de los
Hieroglyphica, el pequeño tratado del sacerdote egipcio Horapolo del Nilo, cuyo
único manuscrito fue hallado en la isla de Andros por el navegante y cartógrafo
Cristóforo Buondelmonte, quien a su vez lo entregó a Marsilio Ficino, todo lo
cual conformó el inicio de nuestra aventura intelectual y nuestros viajes a
Andros, "la isla verde del Egeo".Mª Ángeles Díaz
Desde el punto de vista astronómico la noche de Navidad (del 24 al 25 de Diciembre) es la más estrellada del año, o sea que aparecen mayor número de estrellas en el cielo y es también una de las noches más largas y por lo tanto donde se ve con mayor facilidad la bóveda celeste. Aunque paradójicamente la tradición popular la tenga por la más corta debido a las muchas luces y los fuegos de las antorchas que la gente acostumbraba a encender esa noche. Como es sabido muchas veces el pueblo guarda en sus costumbres el rastro de antiguos ritos sapienciales, y aunque sin comprender su significado los mantienen al menos en estado latente para el que quiera desentrañarlos.
El hecho es que en muchos lugares, como por ejemplo en Cataluña donde nos encontramos, tanto la noche del solsticio de verano (que el simbolismo cristiano equipara a San Juan Bautista), como la noche del solsticio de invierno (San Juan Evangelista), son fiestas solares y del fuego, muy celebradas.
Otro ejemplo cercano lo tenemos en el hecho de que hasta los últimos años del siglo XVIII vecinos de L'Hospitalet y Sant Just Desvern, dos pueblos cercanos a Barcelona, la Noche Buena o noche del 24 de Diciembre, los vecinos hacían un gran fuego que se veía desde todas partes; pero tal vez la más impresionante hoguera era la que se hacía en la montaña del Tagamanent (cercana al Montseny), la cual, cuentan, que se veía desde lugares alejados, como el Vallés y la Plana de Vic, o sea en un radio de 30 kilométros. También eran sorprendentes las hogueras que se hacían en Rial y Sort, en el Pirineo, con las que se acostumbraba a espantar las tinieblas, especialmente las mentales y de mal augurio, y que el imaginario popular convirtió en brujas.
Joan Amades, el más importante investigador y recopilador del folklore catalán, nos cuenta que era esta una noche donde los más sabios de entre los mayores contaban durante el recorrido hasta la iglesia, donde se oficiaba la Misa del Gallo, los nombres de las estrellas y sus leyendas, lo cual constituía una lección de astronomía popular, y un modo de transmitir ese conocimiento.
También nos habla este autor de un saber que se tenía sobre ciertas estrellas que sólo aparecen esta noche, como la estrella Catarí, que todos buscaban en el Cielo y que era visible hasta el 31 de Diciembre. Se trata de una estrella que no aparece en ningún otro periodo del año, la cual anuncia una buena cosecha venidera, así como una buena entrada de año. Los años en que aparecía nublado el cielo y la estrella Catarí no se veía se tomaban como un mal pronóstico.
"Catarí llama al año que ha de venir", reza la cantinela popular.
Asimismo se habla de otra estrella que aparece justamente en Noche Buena, y que permanece visible hasta el mediodía de Reyes. Se trata de una estrella pequeña pero que brilla muy intensamente tanto de noche como de día. Su nombre es Giner o Gener, de generar, porque se cree que es la estrella que engendra el año nuevo. En este sentido, cuenta también la tradición popular, cómo los ancianos solían peinar el firmamento los últimos días de diciembre para encontrar entre las estrellas a Giner, la presencia de la cual aseguraba la vida del mundo para un año más.
Aun hoy en día en distintos pueblos, tanto del Pirineo como del Mediterráneo, hemos podido constatar que hay personas que siguen mirando al cielo durante esta noche en busca de estas estrellas, las cuales, aunque salen todos los años, no siempre lo hacen en el mismo lugar. Se cuenta que parte de un ritual popular consistía en que la gente se juntaba, con teas encendidas, y salían al bosque a encontrar estrellas, de modo que todo quedaba envuelto de puntos de luz. Finalmente con todas las antorchas se hacía un gran fuego con el que invocaban la luz. En esas noches el cielo descendía sobre la tierra. Algunos refranes recogidos por Joan Amades, evidencian claramente la popularidad que tenía este hecho astronómico entre la gente:
-La Nit de Nadal la mes estelada de l’any. (La Noche de Navidad la más estrellada del año).
-La Nit de Nadal, la festa dels estels y la festa major del Cel. (La Noche de Navidad, la fiesta de las estrellas y la fiesta mayor del Cielo).
-La Nit de Nadal la mes serena y clara de l’any. (La Noche de Navidad la más serena y clara del año).
-El dia de Reis al migdia es veuen els estels. (El día de Reyes al medio día se ven las estrellas).
-El dia de Reis parlen els estels. (El día de Reyes hablan las estrellas).
También era una creencia popular muy extendida que con cada persona nace en el cielo una estrella, y cuando muere la persona su alma se une a ella. De ahí que algunas tradiciones populares celebren juntas las fiestas solsticiales y la de difuntos y digan que la Vía Láctea es el camino de las almas y de las estrellas. Aquí en, en ciertos lugares de Cataluña y de Mallorca, refieren una vieja leyenda que cuenta que la
Vía Láctea se formó cuando el alma de Jaime I el Conquistador subió al cielo y
las estrellas se unieron a él, por ello la Vía Láctea recibe el
nombre de Camí del Rei en Jeume (Camino del rey Jaime).
Según otra tradición la Osa Mayor, conocida como el carro, es Caín con 7 bueyes que robó a Abel. En esta leyen subyace la idea de considerar a Caín constructor de carros y de arados, quien con su invento cambió la vida nómada del hombre, simbolizada por Abel, y dio el primer paso para la construcción de ciudades. De esa idea procede también el hecho de que los masones, en tanto que constructores, se digan descendientes de Caín. Otras creencias populares aseguran que la Osa Mayor es el carro del rey David, con el que pasea por su reino.
Cuenta Amades algo que está muy en consonancia con esta creencia y que se mantenía en la Plana de Vic (otro pueblo catalán) donde tanto el carro grande como el pequeño se conocen como "carro de las almas", siendo en ese vehículo en el que estas se dirigen a Jerusalén guiadas por la estrella del alba. En cuanto a las Pléyades son conocidas en muchos sitios de la montaña, con el nombre de las Siete Cabrillas, porque los pastores tienen en su ciclo, desde que salen hasta que desaparecen, la norma para conducir a sus rebaños. Para la gente del mar estas siete estrellas, una de las cuales es Maya la madre de Hermes, son las siete hermanas. El cuento de las 7 cabritas que son comidas por el lobo, relata el hecho astronómico de estas estrellas.
Entre los marineros catalanes la más grande de las Pléyades es conocida como Blauet (celeste), porque al ser de ese color y parece un mar, por eso dicen que es allí donde van a parar las almas de los marineros y pescadores, porque es el mar del cielo.
Otra constelación que brilla con mayor fuerza en estos días de Navidad es Orión, conocida como las tres gigantes, aunque otros la designan con el nombre de los Ojos de Dios, o los Ojos de Santa Lucía, lo cual es muy curioso teniendo en cuenta que son tres y no dos estrellas las que más brillan, aunque en realidad Orión es una constelación de 17 estrellas.
De Orión también se cuenta que es hijo de Ariadna y Dionisio, cuya leyenda recorre el Mediterráneo, siempre asociada al amor, la alegría y el vino, una buena combustión para la vida.
Otra constelación muy significativa es la del Cisne, conocida también por la Cruz del Cielo, Cruz del Norte o Vera Cruz. Según la tradición esa es la estrella que anunció a Cristo su destino, y de ella nace la costumbre de hacernos el signo de la cruz, para invocar sobre nosotros buenos augurios y protección.
El relato mitológico explica que esta estrella representa un cisne en pleno vuelo, tal y como sucedió cuando Zeus alzó el vuelo después de seducir a Némesis, es decir, Leda, la joven de quien se enamoró, ya que esta había tomado esa forma de ave para esconderse y conservar su virginidad. De esa unión Leda puso un huevo del que nació Helena de Troya. El Cisne, tiene una estrella brillante en la cabeza, otra también muy brillante en el cuello, cinco en el ala derecha, cinco más en la izquierda, una sobre el cuerpo, y la mayor de todas ellas aparece en la zona de la cola. De ahí que los árabes la llamen Deneb, "cola de cisne". En total la constelación suma un total de 14 estrellas.
Existen muchísimas leyendas que tienen como protagonistas a las estrellas y muy especialmente a Venus, conocida como Estrella del Alba cuando sale por la mañana y Estrella Vespertina, cuando es visible durante la tarde. A ella se asocia la buena fortuna cuando sale próxima al mar. En muchos lugares de nuestra cultura occidental se ha venerado y dedicado ritos y ceremonias a esta estrella y su simbólica relacionada con sus dos aspectos, uno luminoso, bello y uránico, y otro oscuro y tenebroso. El Cristianismo la asoció a María a la que llama "Estrella de la Mañana".
Se cuenta que en una época Venus dirigió el comportamiento de las jóvenes, las cuales no salían de casa cuando ella se ocultaba, de ahí que algunas tradiciones a este planeta se le conociera como "Estrella de las Doncellas".
Muchas otras son las costumbres y normas populares ligadas a la simbólica de los astros y a sus ciclos, como la costumbre de jurar por el Sol, una práctica pagana que aún pervive en los juramentos del matrimonio, los que se sellan con un anillo (de annus, año) de oro, metal solar por excelencia.
Solsticio significa "el sol se detiene". En el solsticio de invierno es cuando el astro parece que va a sucumbir, pero en realidad es cuando inicia su ascenso. Esa victoria astronómica que el Sol realiza durante el solsticio invernal, precisamente cuando aparentemente alumbra menos tiempo, es el momento de mayor condensación de energías cósmicas, pues es en ese periodo cuando consigue remontar su caída elevándose victorioso de sus propias tinieblas y naciendo de nuevo al mundo. Esa es la razón de que el calendario romano, señalando la simbólica de este hecho, situara en el día 25 de Diciembre una fiesta en honor a esa gesta solar, a la que llamó "Día del Sol Invicto" o "Sol Invencible", en conmemoración de la victoria de la luz sobre las tinieblas, una lucha ganada contra el monstruo de la oscuridad.
Una fecha, la del 25 de Diciembre, que con anterioridad había estado dedicada a Mitra, deidad de origen indio-iranio y caldeo que Roma adoptó como uno de sus principales númenes tutelares, cuyos atributos son la espada y la antorcha, símbolos asociados a la Justicia y a la Luz de la Inteligencia, y que el Cristianismo tomó como momento de celebración del nacimiento de Jesús, el Cristo, núcleo y centro de nuestro calendario. Una fiesta pagana completamente asimilada por el cristianismo con Jesús y de su nacimiento venido de arriba, y así está constatado en la lengua catalana con la palabra Nadal, es decir Nat de dalt (Nacido de lo Alto).
Tradiciones de otros lugares del Mediterráneo y de Europa en general, tienen otras costumbres que igualmente invocan a iniciar con fuerza un nuevo ciclo astral, ese es el caso de Papá Noel, Santa Claus o San Nicolás, del griego nikau y laos que significa "vencedor entre el pueblo", que evidentemente guarda esa misma relación simbólica con las fuerzas luminosas del Cosmos. De todos ellos se dice, igual que de Jano, que tienen las llaves del año nuevo. Es decir del destino.
Relata el Zohar que es en los espacios infinitos donde se encuentran las figuras y signos con los que se pueden desvelar los más profundos secretos del Cosmos y de nosotros mismos, figuras luminosas formando constelaciones y caracteres con los que el Altísimo ha creado el mundo. Mª Ángeles Díaz
*El Texto es parte de un trabajo más amplio sobre los Símbolos y Mitos de la Navidad que aún perviven en distintos lugares del mundo. Fue además una Conferencia en el desaparecido Centro de Estudios de Simbología de Barcelona, en colaboración con Francisco Ariza y publicada posteriormente por Federico González en una de las páginas que dirigía en internet: Ver Aquí y Aquí Todas las imágenes de este post pertenecen al Costumari Catalá de Joan Amades.