sábado, 11 de mayo de 2019

LA CRUZ DE MAYO Y SANTA ELENA DE CONSTANTINOPLA




Esta foto la tomé hace unos años en Fernán Núñez. Córdoba.

Son muchos los pueblos de la tierra que de forma unánime han celebrado la llegada de la Primavera, que es como decir el renacer de la vida y el triunfo de la luz que comienza a emerger tras el solsticio de Invierno.

En España son distintas las ciudades donde se festeja con romerías y procesiones la llegada de la estación, pero es en Andalucía, la región del sur de la Península Ibérica -distinguida por el Imperio Romano como La Bética (las otras partes de la división peninsular fueron la Tarraconense y la Lusitania) donde la explosión de las flores luce más vistosa, en parte por el clima favorecedor y por la costumbre que hay de engalanar los patios de las viviendas, las ventanas y los balcones con toda clase de macetas y flores.

Y es también en Andalucía y en ciertos lugares de Hispanoamérica donde convive, entremezclada con las Fiestas de la Primavera, la Cruz de Mayo, una tradición cristiana que data del año 300 d.C., la cual muestra un periodo de unión o solidaridad entre el pensamiento pagano de la antigua Roma y el Cristianismo, tradición escogida en ese momento por la Providencia para renovar el mundo imaginado. 

Esta foto me acaba de ser remitida por Guillem y Adara desde el mismo lugar que yo hice la anterior.

Esta tradición de la Cruz de Mayo, tiene su origen en la hazaña de una mujer romana llamada Flavia Iulia Helena, madre del emperador Constantino (destacado en la historia por ser el autor de un decreto de tolerancia religiosa, justo en un momento crucial de la historia, en el cual los cristianos estaban siendo perseguidos). Esta dama fue la primera persona en hacer una expedición arqueológica a Jerusalén, en pos de rescatar la Vera Cruz, esto es, la verdadera cruz donde fue crucificado Jesús, para dar testimonio de la presencia en la tierra de aquél del que hablaban los cristianos y cuyas palabras resonaron en el corazón de esta mujer y en el de su hijo Constantino que fue, precisamente, el primer emperador romano convertido al cristianismo.

Fueron los judíos de Jerusalén quienes proporcionaron a la Emperatriz la información de donde se hallaba la cruz que acabó siendo dividida en tres partes. Una fue trasladada a Constantinopla, otra quedó en Jerusalén y la tercera la llevó a Roma donde se conserva y venera en la iglesia “de la Santa Cruz de Jerusalén”, como Santa Elena de Constantinopla.
Mª Ángeles Díaz




Giovanni Battista Cima da Conegliano (1459-1517).

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