Apolo entre la Música y la Poesía (1860-1869) París "El verdadero iniciado aprende que el esplendor de la belleza, la bondad y la verdad es sólo el más importante lugar para ser jalados hacia el Silencio, la Oscuridad y el Misterio, es decir hacia el No-Ser.
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domingo, 24 de septiembre de 2017
APOLO ENTRE LA MÚSICA Y LA POESÍA
sábado, 23 de septiembre de 2017
PINTURA Y CALIGRAFÍA ZEN
El Zen también se trasmite a través del cultivo de las
artes. La pintura, la caligrafía, la poesía, la música, la danza, el tiro con
arco, la esgrima, los arreglos florales o la ceremonia del té constituyen
disciplinas de apoyo a la meditación, con las que el alumno ejercita su cuerpo,
su psiqué y su espíritu; son, por tanto, actividades ligadas a la propia
realización interior del que las practica, dado que estas artes derivan o
tienen su origen en la esencia misma del Zen. "La realización original es
una práctica maravillosa", afirma un dicho Zen, mediante la cual se
experimenta una evolución hacia el punto de vista universal.
La pintura Zen es una síntesis entre la caligrafía, la
música y la poesía. En ella se contrapone por un lado la delicadeza de los
trazos y la fragilidad de los materiales (papel de arroz, seda, tinta), y por
otro, la firmeza y el buen pulso que debe poseer (o desarrollar) el que lo
ejecuta.
Es la impronta, como el fulgor del rayo, lo que debe reflejar el
trazo. Esta técnica le da a la pintura la apariencia de obra inacabada, o mejor
dicho, no retocada, pues no es el perfeccionismo de la obra lo que la convierte
en imagen de la Belleza de las cosas: su verdad, siendo ese trazo inacabado el
símbolo con que se sugiere la idea de infinito. Por analogía, siempre seremos
más ese trazo que surge espontáneo y natural que cualquier imagen acuñada que
tengamos de nosotros, como ser
fulanito de tal, residente en tal lugar, con
ideas políticas éstas o aquellas, empresario triunfador o fracasado social.
Todo eso son imágenes que no manifiestan nuestra naturaleza, sino una serie de
anécdotas que nos hacen aparecer como el producto de un tiempo y unas
circunstancias determinadas, pero que en definitiva no son más que
contingencias de nuestro ser, es decir, un equívoco que condiciona nuestra
verdadera naturaleza búdica.
Cuando se llega a aprehender el sentido de la pintura Zen,
el trazo es decidido y sin titubeos, reflejándose en él la tranquilidad de
quien está acometiendo una acción guiada por un instinto superior al del simple
virtuosismo, pues se trata de sentirse partícipe de un gesto primigenio que se
perpetúa en la intención del trazo. Es decir: unidos a la idea que lo contiene,
que es anterior a la manifestación de ese gesto.
Ese trazo inacabado o abierto, es un indicativo de las
múltiples posibilidades de desarrollo contenidas potencialmente en un único
gesto, como símbolo del Trazo Primigenio y por consiguiente un símbolo de la
verdad incognoscible, Principio que está más allá de la propia creación. Ese
trazo abierto es una sugerencia sutil, pero nítida, que nos pone en condiciones
anímicas e intelectuales de advertir que más allá de todas nuestras
percepciones, el misterio se abre ante nosotros como una clara realidad.
"La mayor perfección -dice Lao Tse- debe parecer imperfecta, entonces será
infinita en su efecto; la mayor abundancia debe parecer vacía, entonces será
inagotable en su efecto".
A través de la pintura y la caligrafía, se descubre el Zen.
El practicante debe integrarse completamente en la obra, como si ésta
constituyera una fase de su propia respiración. En el flujo que une la idea o
inspiración artística con la propia obra, se halla el hombre como intermediario
creador o intérprete, lo cual da a cualquier creación el sentido verdadero de
arte.
En el arte, tomado como vehículo de Conocimiento del Ser, o
del Zen, no tiene cabida el artificio estético, ni ninguna otra clase de
falseamiento de la obra ya que ésta es, ante todo, el resultado de la
comprensión de las enseñanzas adquiridas por el artista y por consiguiente
nunca un objeto separado de él, pues ambos (objeto y sujeto, u obra y artista)
forman parte de la misma revelación. Esa es la experiencia vital Zen que no
necesita, ni seguramente le convienen, mayores explicaciones.
La Cosmogonía es la obra artística por excelencia, su
pálpito, que es la vida, está en todo lo que existe y no tiene fin. Toda esa
maquinaria celeste y terrestre está al descubierto y al mismo tiempo hoy nos
está velado reconocerla. Se dice que antes de estudiar el punto de vista Zen
uno ve las montañas como montañas y las aguas como aguas. Una vez se ha
alcanzado mayor conocimiento, se comprueba que ni las montañas son montañas ni
las aguas, aguas. Y cuando se llega a la substancia y se siente la sorpresa que
es la vida, entonces vuelve a ver las montañas como montañas y las aguas como
aguas.
La pintura Zen, efímera y simplista (a veces se pinta
también sobre hojas de árbol) es al mismo tiempo muy enérgica en los trazos, lo
que le da vida y movimiento, consiguiendo reflejar con la misma intensidad
tanto el movimiento (yang) como la más reposada quietud (yin), dado que lo que
verdaderamente capta el artista Zen no son las formas, sino la vida que fluye
en ellas. Estas dos energías, implícitas en todo, se hallan representadas de
manera análoga en la simbología de otras tradiciones, lo que indica que en otro
tiempo esto era completamente evidente para todos los hombres. Paradójicamente,
hoy, no habiendo cambiado nada de esa realidad, los hombres no somos capaces de
advertirlo y son necesarios métodos y disciplinas que nos ayuden a recuperar de
nuevo esa perspectiva del mundo. Se dice que "la iluminación (la Verdad)
existe, y si nada le sugerimos quizá se nos revele como muy
diferente".
En una de sus pinturas, en la que se ve un mono colgado de
la rama de un árbol que cae sobre un estanque donde se ve reflejada la luna, el
maestro Hakuin, escribió los siguientes versos:
"El mono trata de alcanzar la luna reflejada en el
agua.
No se dará por vencido hasta que la muerte le derrote.
Si fuera capaz de soltar la rama y hundirse en el estanque,
El mundo entero brillaría con claridad deslumbrante".
También se pintan historias donde se captan situaciones
vividas por antiguos maestros y que constituyen enseñanzas expresadas en forma
de leyenda en imágenes, y algunas suelen ir acompañadas de poemas. En una de
estas pinturas se ve a un monje calentándose en una fogata alimentada con la
madera de una estatua de Buda. Sobre esta pintura se cuenta la siguiente
leyenda: "Tan Hsia, un monje vagabundo, llegó a un templo abandonado una
noche muy fría de invierno. Soplaba el viento y caía la nieve, Tan Hsia decidió
que el mejor servicio que podría prestar a Buda era darle calor, y quemó un
Buda de madera que había en el Templo para calentarse". (Segunda parte: IKEBANA . Mª Ángeles Díaz)
Pimera Publicación en la revista Symbolos
Pimera Publicación en la revista Symbolos
domingo, 17 de septiembre de 2017
SAFO, LA CANTORA DE MITILENE
Safo. Fresco procedente de Pompeya. Museo Arqueológico de Nápoles.
Platón dice en
el Cratilo y también en el Fedón, en una charla con Fedro no lejos de aquí,
junto a las antiguas murallas de Atenas o en las inscripciones recogidas en la
Antología Palatina, en todos esos lugares el padre de la Filosofía se refiere a
Safo como sabia y gran conocedora de los misterios del Amor, de la Poesía y de
la Belleza. No de cualquiera el sabio Sócrates afirmaría:
Dicen unos que nueve son las Musas. Qué negligencia.
Que sepan que la décima es Safo, la de Lesbos.
Por todo ello
Safo a menudo aparece envuelta en una aureola de irrealidad, como si por haber
sido apodada Musa nunca hubiera existido, y su nombre sólo fuera el producto de
la imaginación de algunos literatos y pintores.
No obstante su
obra, aunque terriblemente fragmentada, se impone para aclararlo. Sus nueve
libros de poesía y música, dedicados a cada una de las Musas, son textos reales
que efectivamente se editaron en Alejandría. Y aunque con el paso de los años,
y la intolerancia de unos y otros, estos volúmenes ardieron en las llamas
vergonzosas que arrasaron la biblioteca de esa ciudad, junto con otros valiosos
y sabios manuscritos, es tal su poética apasionada, su fuerza conmovedora y el
laureado estilo alegre con el que crea su literatura, que sus textos
trascendieron a otros libros y a otros autores que los citan en sus obras.
Especialmente lo hacen cuando hablan de las Musas y de los misterios del Amor,
que sin duda le fueron revelados a Safo por Afrodita, a quien la cantora,
considera su aliada.
Uno de esos
comentaristas y seguidor de la poesía de Safo es Solón, al que Sócrates señala
como uno de los «Siete Sabios de Grecia». De él cuenta Estobeo que durante un
banquete oyó recitar a un sobrino suyo un canto de Safo. Dicho poema le produjo
tal emoción que solicitó al jovencito que se lo enseñara. Cuando éste le
preguntó por qué alguien como él quería aprender aquellos versos Solón le
contestó:
Para morir llevándolos aprendidos.
Pero, ¿quién
es Safo para haber causado tamaña sensación entre gente tan destacada? ¿De
dónde le venía la inspiración? ¿Qué significó su famosa escuela para mujeres
sustentada en el arte de las Musas? Y, ¿qué nos puede decir su poesía a
nosotros, los modernos ciudadanos de este siglo XXI?
Próxima
actualización:
La escuela
iniciática de Safo, primera Universidad femenina de la Historia
*
* *
lunes, 11 de septiembre de 2017
MEDEA ESCRIBE A JASÓN
Este trabajo forma parte de uno más amplio titulado:
Episodios Míticos del Ciclo Heroico
Medea en uno de los bellos manuscritos que se conservan de las Heroidas de Ovidio |
Jasón tenía encomendada la misión de hacerse con el Vellocino de Oro el cual se encontraba muy bien custodiado por Eetes, rey de la Cólquide, en el templo de Marte por lo cual robarlo llevaba aparejado superar tremendos obstáculos como vencer al dragón que protegía el Vellón, pero además debía extraerle los colmillos al monstruo y seguidamente uncir un par de terribles toros que exhalaban fuego por sus fauces y arar con ellos un campo donde debía sembrar los dientes y esperar a que de los surcos nacieran hombres armados con los que debía enfrentarse.
Todas esas pruebas las culminó Jasón gracias a la ayuda que le prestó la princesa Medea, hija de Eetes y sacerdotisa del templo de Diana, pues ésta, poseedora del arte mágico de la hechicería, durmió al dragón e hizo invulnerable a Jasón por virtud de sus filtros, pudiendo este y los argonautas llevar a término, o sea superar las pruebas, esto es, uncir los toros al yugo, labrar el campo y luego de sembrado con los dientes del dragón, dar muerte a los gigantes que emergieron armados de una terrible falange.
Medea realizando sus sortilegios mágicos
Medea todo lo hizo por el amor a Jasón del que se enamoró perdidamente y este le correspondió sellándose su alianza en el templo de Diana y con la bendición de Juno. Estas, a decir de Ovidio, son las palabras de Jasón, el héroe cultural, con las que instituye un rito nupcial, que es también un rito de orden.
"que mi espíritu se desvanezca en ligeras brisas antes de que haya alguna esposa, a no ser tú, en mi tálamo. Sea testigo Juno, que preside en las sagradas nupcias, y la diosa en cuyo templo de mármol estamos”. (Heroida XII)
Conseguido el Vellón ambos parten como esposos junto al resto de la tripulación de la nave Argos llevándose con ellos al hermano
pequeño de Medea, Absirto. Pero viéndose perseguidos por a el padre, Medea
descuartiza al hermano y lanza los trozos en el camino, con lo que obliga al
doloroso Eetes a ir deteniéndose a recogerlos.
El periplo continúa hasta llegar al fin a Corinto donde Jasón y Medea
viven diez años de felicidad durante los cuales Medea fue tan respetada por sus
conocimientos como admirada por su belleza. Cuenta Ovidio, que en esto sigue a
Eurípides, que de este matrimonio nacieron dos hijos hermosos.
Pero ocurrió que Jasón puso sus ojos en otra, era Creúsa (conocida también como Glauca), la hija del rey de Corinto, y olvidando su promesa repudia a Medea y anuncia su nueva boda, dando una orden de exilio a la que hasta entonces había sido su esposa.
Los esponsales de Jasón y Medea, 1487. Biagio d’Antonio (Florencia 1472-1516).
Efectivamente la furia que encarna Medea es tan potente que la lleva a matar a los dos hijos habidos con Jasón. Una maldad sin límites, fruto de una locura inducida por vía de sentimientos de cólera, energías poderosas que desencadena una tragedia que Ovidio descubre muy adecuadamente en el alma femenina de Medea.
Séneca también relató este mito e invocó a través de esta heroína a los dioses vengadores de agravios de aquellos que perturban el orden constituido y rompen las promesas sagradas.
“Dioses conyugales, y tú, Lucina, guardiana del lecho nupcial, que enseñaste a Tifis a frenar la nueva nave que habría de domar marinas; y tú, duro señor del mar de fondo, Titán, que repartes el claro día al orbe; y tú, Hécate triforme que das de testigo tu resplandor a los callados sacrificios; y vosotros, dioses por los que me juró Jasón (...) diosas vengadoras de agravios..."
Desconcertante este arquetipo femenino que conviene conocer muy bien en todos sus niveles, como por otro lado desconcertantes lo son todos los mitos fundacionales ligados a la idea de un ciclo que fenece y otro que busca desarrollarse.
Medea, 1865 | William Wetmore Story |
Desde el punto de vista iniciático Medea representa al guardián del umbral de la Magia cuyo poder también puede ser muy destructivo, tal y como expresa el propio drama representado en el mito de la maga Medea.
Federico González dice sobre ella:
“Como tantos otros elegidos Medea no ha muerto y aguarda en el Olimpo junto con Helena la culminación de un ciclo del que por algún ignoto motivo ellas son mitos importantes, deidades. Hay que tener bastante cuidado”. Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos voz: Medea.
Medea en su carro solar
domingo, 10 de septiembre de 2017
Dioniso, retoño de las ninfas
Las Ninfas
son entidades intermediarias. La mitología las presenta como jóvenes
encantadoras y alegres que habitan en grutas abiertas en la roca, en parajes
húmedos y frondosos, en bosques umbríos, junto a lagos y manantiales, en los
cauces de los ríos y en todas las fuentes muchas de ellas de aguas termales y
medicinales. Amables y risueñas aparecen para deleitar a todo aquel que se
acerca a ellas. Aman a los niños a los que amamantan con leche y miel. Son
amigas de los viajeros y de todo aquel que tiene deseos de aventura y de
conocimiento. Les atraen los espíritus jóvenes, nobles y valerosos.
Aparecen y
desaparecen en los prados, entre las flores. Son divertidas, despiden frescor y
se parecen a la brisa. Retozan con Pan, el hijo precioso de Hermes, en las
altas montañas y hacen feliz la infancia de Dionisos-Baco. Son hijas de Atlas,
vírgenes que atraen por la belleza de su alma a los dioses, como es el caso de
Maya, amada por Zeus para ser madre de Hermes-Mercurio, a quien ésta dio a luz
justamente en una de esas cuevas. O María, la madre de Jesús quien toma todos los
atributos de estas vírgenes.
La tradición
popular las ha convertido en hadas, y así las conocemos protagonizando actos
mágicos en los cuentos y leyendas más difundidos, donde son nodrizas de
princesas, a las que siempre están protegiendo cuando no enredando los hilos de
sus destinos. También las vemos reflejadas en santas y heroínas como Santa
Margarita o la filósofa Santa Catalina de Alejandría, entre otras muchas
vírgenes.
Estas
entidades, compañeras y ayudantes de Hermes presiden tanto el nacimiento como
la disolución, siendo un vaso comunicante con Zeus, quien en ocasiones
transmite los decretos a través de ellas, a los hombres. El juego, la maña y la
magia simpática son los medios por los que se manifiestan estas energías
naturales. Lo que ratifica la máxima hermética que dice que
"la magia es natural porque la naturaleza es mágica."
Cuenta la
tradición que las ninfas son magníficas tejedoras y que, como materia para
llevar a cabo sus labores en el telar, emplean rayos de oro. Homero en la
Odisea, nos hace una descripción pormenorizada del lugar donde tienen su
vivienda. Dice el poeta que hay en Itaca un puerto situado entre promontorios
rocosos y abruptos gracias a los cuales los barcos que arriban allí se
encuentran resguardados del fuerte oleaje que mueven los vientos. En el fondo
de ese puerto y junto a un olivo se halla una gruta sombría y agradable que es
el lugar donde residen las ninfas, en este caso el poeta se refiere a ellas
como Náyades, lo que significa que las que allí tienen su recinto y dominio son
las ninfas del agua. El interior de la gruta es de cráteras y ánforas y todo
tipo de vasijas hechas de roca en las que suelen venir a libar las abejas el
néctar, símbolo del alimento que los dioses tienen destinado para dárselo a los
mortales y convertirlos en dioses, es decir en inmortales, por lo que esta
ambrosía no puede más que ser identificada con la Enseñanza iniciática,
verdadero alimento espiritual. Anforas o copas que son para el agua y el vino
lo que el corazón del hombre es para esta Enseñanza.
Lo mismo
dice el pitagórico Porfirio al señalar que la miel que las abejas fabrican en
las cráteras y en las ánforas son un símbolo de las fuentes y por tanto de las
ninfas acuáticas y de la pureza de las aguas que éstas presiden, del mismo modo
que en Mitra la crátera se ha instituido en lugar de la fuente, es así que
"Fuentes
y manantiales están estrechamente relacionados con las ninfas acuáticas y más
aún todavía con las almas-ninfas, a las que con propiedad los antiguos llamaban
abejas del placer. Por ello, Sófocles con toda justeza dijo sobre las almas: un
enjambre de muertos zumba y marcha a lo alto. Y a las sacerdotisas de Deméter,
como miembros iniciáticos de la diosa ctónica, los antiguos las llamaban
abejas, y a la propia Coré la llamaron meliflua y a la luna por ser protectora
de la procreación la llamaban la abeja, y, entre otras razones, porque la luna
es el Toro y el Toro es la exaltación de la luna."42
Homero,
además, nos cuenta que en el interior de la gruta, lugar donde estas ninfas
viven y laboran, hay unos largos telares, también de piedra, en los que estas
tejen de púrpura y brillos marinos sus mantos que son de una belleza visual
inusitada. Allí, lugar de luces y sombras, corren las aguas perennes. Hay en la
gruta dos entradas una en el norte que es la puerta por la que descienden a la
manifestación los hombres y otra al sur, salida por la que se asciende y que le
está reservada a los dioses.
Porfirio,
comentando esta parte de la descripción que Homero hace de la gruta de las
ninfas, dice que la banda zodiacal sitúa la puerta norte en Cáncer, signo
lunar, donde está señalado el solsticio de verano, un paso que propicia el
descenso a la generación individual humana, y la otra al sur, en Capricornio,
en el solsticio de invierno, acceso reservado a los dioses por donde se produce
la salida del Cosmos y la liberación de los seres.43
Como es de
advertir la descripción que hace Homero de esta gruta, en cuyos alrededores
también había una fuente con cuatro chorros que despedían el agua en las cuatro
direcciones, no es un invento literario del poeta, sino que éste está
describiendo un lugar mítico, arquetipo de todos los templos, no sólo del
cristiano o de la logia masónica, sino que se trata aquí de un símbolo
universal. Y aunque a nosotros nos llegara la idea del templo-gruta como modelo
y matriz del cosmos por medio de los poetas tradicionales y más tarde por los
pitagóricos, en verdad esta idea no tiene origen, y lo mismo la encontramos en
tradiciones completamente distintas, lo que demuestra que se trata de una
enseñanza ligada a la Tradición Primordial y trasmitida ininterrumpidamente
hasta nuestros días por una larga cadena de testificación en la que se ha
reconocido la energía del mediador Hermes, símbolo de ese ligamen, y en efecto,
se halla en esta imagen homérica de la gruta o antro de las ninfas la descripción
de un símbolo cósmico y universal y el antecedente del templo-caverna. En
realidad estas grutas, anteriores a que se proyectaran los templos, fueron
consagradas en distintos lugares y en todas partes donde se reconocía a Mitra,
aunque las deidades que lo representaran fueran Pan, Dionisos, Deméter u otros.
Las ninfas
como diosas intermediarias representan, en el simbolismo cabalístico, el mundo
de Yetsirah. La entrada de su gruta, como puerta de los hombres está en Yesod,
la luna, y la de los dioses, en Kether, que asimismo corresponde a la estrella
polar en el simbolismo astronómico. En este sentido, ubicadas en el plano
intermedio representan una energía que de no ser bien dirigida puede llegar a
ser un impedimento para el proceso de conocimiento. Pues no olvidemos que son
diosas que frecuentemente se enamoran de los hombres, y es por eso que a veces
suponen un freno o una distracción en el camino, ya que son los tramos
engañosos llenos de fantasías, a veces son también aquellos periodos que los
textos del Programa Agartha describen como de "calma chicha" y de
momentos en los que los navegantes de la búsqueda y la aventura del
Conocimiento experimentan como que no pasa nada. La inmovilidad se convierte
entonces en pura fantasmagoría y desesperanza. Esta nada, por supuesto, no es
el En Sof de la Cábala, sino un reflejo invertido donde todo se nos presenta
como en vía muerta, una puerta cerrada o una nadería.
"No hay cosa más dura que estar estancado sin recibir el soplo o el viento del Espíritu, o de los espíritus, al menos";
aquí, dicen
esos textos, es donde es necesario redoblar las energías y reiterar el rito. De
este estado por el que pasa el alma de aquel que está viviendo el proceso de la
iniciación es un ejemplo el episodio de la Odisea donde se relata la detención
de Ulises durante su viaje de regreso a Itaca, donde está su casa, en la que le
espera su fiel y astuta esposa Penélope, quien supo, durante los largos años de
ausencia del héroe, defender la hacienda y detener el tiempo mediante el arte de
tejer y destejer.
Ulises,
retenido en una isla por el amor de la ninfa Calipso, demora su retorno al
hogar, al hallar junto a la diosa la paz y el sosiego que le habían faltado en
sus nueve años de peregrinaje y duro exilio mientras duró la guerra de Troya.
En su gruta la ninfa de voz melodiosa cantaba y tejía y los días pasaban para
el héroe en la calma del bosque. Sin embargo, un dios poderoso y atronador como
Zeus-Júpiter oyendo los lamentos silenciosos del valiente guerrero de nuevo
manda a Hermes para que llevara su decreto a la ninfa Calipso de ayudar a
partir al héroe hacia Itaca. Esta, a pesar suyo, obedece al emisario y llevando
a Ulises a un lugar donde crecían abetos y chopos, le entrega un hacha de
bronce para que con ella pueda talar los árboles con los que construirse una
nave, cosa bastante fácil para Ulises que era un maestro carpintero (pues
recordemos que son los secretos del oficio que aplicó a la construcción y al
montaje de su cama los que sirvieron al héroe como prueba de reconocimiento
ante su esposa Penélope, dado que el cambio físico experimentado por Ulises
durante tanto tiempo fuera de casa lo hacían irreconocible); es así que una vez
hubo reglado a cuerda los troncos cortados, construyó con ellos una balsa y
Calipso, indicándole el camino celeste a seguir, con la Polar siempre vista a
su izquierda, le manda una brisa de popa.
Estas ninfas
son una experiencia del alma vivida sólo por aquel que está haciendo el camino
de su realización espiritual y que pretende el regreso a su casa celeste. El
agua las representa, tanto la de los lagos como las de las fuentes dulces y
medicinales así como las aguas saladas e impetuosas. Asimismo las selvas
frondosas y los bosques umbríos, sirven para describir la sensación que se vive
en el encuentro con las ninfas y también otras deidades. Se trata aquí de
describir el viaje iniciático, tal cual Dante lo hiciera en su obra hermética
la Divina Comedia, que como en la historia de Deméter, Dionisos y Orfeo (quien
también bajó al mundo subterráneo en busca de Eurídice, su esposa muerta),
incluye un descenso a los infiernos, un periodo de purgatorio y finalmente la
ascensión al Cielo, siendo ésta la descripción simbólica con la que
tradicionalmente se ha descrito el viaje iniciático.
A pesar de
vivir en oquedades, los hilos con los que elaboran sus tejidos son siempre
luminosos, se trata de los rayos que entran por las dos puertas de su gruta,
siendo con esos hilos con los que llevan a cabo su divina confección.
Nota final
Nuestro
trabajo se ha centrado especialmente en destacar algunos aspectos de los
antiguos misterios de Deméter y Dionisos, ambos insertos en la civilización
greco-latina que, a través de la Edad Media, y sobre todo del Renacimiento,
continuó hasta adentrarse en los tiempos modernos. Es obvio que estos misterios
muestran determinados aspectos esenciales del Cristianismo, siendo el propio
Jesucristo quien se convierte simbólicamente no sólo en receptáculo sino en
adaptador de aquellos mediante los misterios del Pan y del Vino, Carne y Sangre
de la doctrina metafísica y universal, por él mismo nuevamente revitalizada.
Asimismo, la
Masonería, heredera también de los misterios ancestrales, conserva y transmite
estos conocimientos en la actualidad, haciendo posible su efectividad a través
de los símbolos, ritos y mitos de los diferentes grados iniciáticos.
En especial
podríamos hacer referencia a la instrucción del tercer grado donde se dice que
"la
tumba de Hiram encierra todas las tradiciones perdidas"
y que
"Hiram
resucitará".
Asimismo que
la
"iniciación
será preservada y su perennidad simbolizada por la Rama de Acacia que reverdece
encima de su tumba".
También
podríamos aludir al ritual que se desarrolla durante la Tenida fúnebre,
mediante la cual los masones rinden culto a sus ancestros. Se trata de una
Tenida a la que son invitados a participar personas que no pertenecen a la
Orden pero que por lo general tienen lazos familiares o de amistad con los
fallecidos, pasados "al Oriente Eterno". Es el acto un arcano que
tiene que ver con el misterio de la espiga siempre viva y el reverdecer de la
cepa. Se trata de aquel momento del ritual masónico en que la cadena de unión
aparece rota, pues le falta uno de sus eslabones. Sin embargo, un joven
aprendiz, el más tierno brote de la Logia, viene con su savia nueva a
revitalizar la cadena haciendo que la Logia toda reverdezca de nuevo. Es en ese
momento cuando el Venerable Maestro, hierofante de la ceremonia, pronuncia las
palabras mágicas que contienen la revelación del misterio:
"Nada
muere", "Todo está vivo".
Las mismas
palabras que adquieren su más profundo significado en el rito de exaltación al
tercer grado, ritual donde la acacia, siempre viva, es la señal que lleva a
descubrir la tumba del antepasado mítico Hiram, vuelto a la vida con cada nuevo
Maestro. Siendo de ese modo como, vivos o muertos, los Maestros Masones no
abandonan nunca su trabajo con el que pretenden provocar una ruptura de nivel
que les permita a ellos y a su través al resto de la humanidad comunicarse con
otros mundos, espacios mucho más verdaderos, siendo este el auténtico Arte Real
o enseñanza del Hermetismo Masónico.
Otro de los
antiguos ritos en honor a la diosa Deméter y a la joven Perséfone que sigue
siendo reiterado en el seno de la Masonería por tratarse de un símbolo cósmico,
es el referido a los dos solsticios, fiestas rituales que también incluyen a
los dos San Juan: el Evangelista y el Bautista, con las que se perpetúan las
tradiciones de los colegios romanos que rendían culto a Jano, el dios de las
dos caras, una para mirar el pasado y otra al futuro. Durante ese ritual se
dice:
"Ahora,
llevamos el testimonio de la enseñanza trasmitida por nuestros antiguos. La
vida es cíclica y todo aquello que la anima crece y mengua. Y el hombre no es
prisionero eterno ni de la tiniebla; hay dos puertas: la puerta de los hombres
y la puerta de los dioses."44
En el
solsticio de Verano los masones cruzan ritualmente la puerta de los hombres,
asistiendo a la plenitud vital del Sol en su cenit, instante en el que
desciende hacía el solsticio de Invierno donde se encuentra la puerta de los
dioses que conduce a la Luz verdadera.
"Nosotros
[los masones] proclamamos que el hombre –microcosmos–, de una estructura como
la del Universo –macrocosmos– es como el ritmo de las estaciones: Nace, crece,
envejece y muere; pero, ¿no es morir renacer hacia otra forma de vida?"
En este
ritual del fuego y de la luz, los masones llevan varios presentes. Uno es la
espiga de trigo de la que se dice simboliza el don de la vida, cuyo grano debe
morir bajo tierra para garantizar su renacimiento múltiple. Y una vez
convertido en pan sea el símbolo del alimento material, de la fecundidad y de
los misterios de la vida que permiten descubrir la armonía entre la vida humana
y la vegetal.
Otro de los
presentes entregado a la luz de la hoguera es el racimo de uvas, porque, como
dicen estos rituales,
"gracias
a la acción de la luz, las uvas nos traen la esperanza de una lenta
transformación interior. Es en la transmutación del agua interior por la fuerza
de la luz que el fruto de la viña madurará".
Sin embargo
no se completa con ello el ciclo de la uva, sino que
"antes
será necesario la vendimia para extraer del fruto toda su esencia. Entonces por
la acción de la fermentación, el néctar se transformará en lo que los sabios
llamaron Bebida de los Dioses" (…) "esto es el vino que en su
interior consigue la síntesis de los contrarios: el agua y el fuego".
La
conclusión a todo esto es que de la uva surge, después de una alquimia sutil,
un brebaje sagrado que simbólicamente se convierte en verdadero alimento
espiritual, principio del Conocimiento y de la inmortalidad. Es el testimonio
de la indispensable actividad del espíritu sobre la materia, de la luz sobre la
oscuridad. La uva confirma a la Luz como la única auténtica y enseñanza de
vida.
*
* *
En este
seguir los pasos de la diosa caminando por los surcos que ella y su séquito de
dioses e iniciados nos han dejado señalado en las estrellas y en sus escritos,
la estela nos ha llevado a penetrar, aunque sólo sea en parte, sus misterios.
Así ponemos punto final a este trabajo con el que contribuimos a destacar el
aspecto femenino del Cosmos. Mª Ángeles Díaz. "En Pos de Deméter" #revistasymbolos #bibliotecahermetica #lamemoriadecaliope
NOTAS | |||||||||||||
42 | Porfirio. La Gruta de las Ninfas. | ||||||||||||
43 | Ver Homero, La Odisea, XIII y Porfirio, La Gruta de las Ninfas. También René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. XXXVI: "El simbolismo del zodíaco entre los pitagóricos." En este capítulo Guénon aclara que aunque los pitagóricos situaran la "puerta de los hombres" al Norte y la "puerta de los dioses" al Sur esto no entra en contradicción con los datos proporcionados por la tradición hindú, y por otras muchas tradiciones, que sitúan la "puerta de los hombres" al Sur y la "puerta de los dioses" al Norte. Depende de cómo se encaren las situaciones respectivas de estas dos puertas: en relación con el orden terrestre o con el celeste. En efecto, "la puerta solsticial de invierno, o el signo de Capricornio, corresponde al Norte en el año, pero al Sur en cuanto al curso del sol en el cielo; análogamente, la puerta solsticial de verano, o el signo de Cáncer, corresponde al Sur en el año, y al Norte en cuanto al curso del Sol". | ||||||||||||
44 | Ritual del Solsticio de San Juan de Verano. Ceremonia del Fuego. Rito Escocés Antiguo y Aceptado. El texto completo se publicó por primera vez en la REVISTA SYMBOLOS Arte-Cultura-Gnosis. Número 27-28 Hay un PDF en la BIBLIOTECA HERMETICA.COM |
sábado, 9 de septiembre de 2017
Pintura y Caligrafía en el Zen
El Zen también se trasmite a través del cultivo de las artes. La pintura, la caligrafía, la poesía, la música, la danza, el tiro con arco, la esgrima, los arreglos florales o la ceremonia del té constituyen disciplinas de apoyo a la meditación, con las que el alumno ejercita su cuerpo, su psiqué y su espíritu; son, por tanto, actividades ligadas a la propia realización interior del que las practica, dado que estas artes derivan o tienen su origen en la esencia misma del Zen. "La realización original es una práctica maravillosa", afirma un dicho Zen, mediante la cual se experimenta una evolución hacia el punto de vista universal.
La pintura Zen es una síntesis entre la caligrafía, la música y la poesía. En ella se contrapone por un lado la delicadeza de los trazos y la fragilidad de los materiales (papel de arroz, seda, tinta), y por otro, la firmeza y el buen pulso que debe poseer (o desarrollar) el que lo ejecuta. Es la impronta, como el fulgor del rayo, lo que debe reflejar el trazo.
Esta técnica le da a la pintura la apariencia de obra inacabada, o mejor dicho, no retocada, pues no es el perfeccionismo de la obra lo que la convierte en imagen de la Belleza de las cosas: su verdad, siendo ese trazo inacabado el símbolo con que se sugiere la idea de infinito. Por analogía, siempre seremos más ese trazo que surge espontáneo y natural que cualquier imagen acuñada que tengamos de nosotros, como ser fulanito de tal, residente en tal lugar, con ideas políticas éstas o aquellas, empresario triunfador o fracasado social.
Todo eso son imágenes que
no manifiestan nuestra naturaleza, sino una serie de anécdotas que nos hacen
aparecer como el producto de un tiempo y unas circunstancias determinadas, pero
que en definitiva no son más que contingencias de nuestro ser, es decir, un
equívoco que condiciona nuestra verdadera naturaleza búdica.Cuando se
llega a aprehender el sentido de la pintura Zen, el trazo es decidido y sin
titubeos, reflejándose en él la tranquilidad de quien está acometiendo una
acción guiada por un instinto superior al del simple virtuosismo, pues se trata
de sentirse partícipe de un gesto primigenio que se perpetúa en la intención
del trazo. Es decir: unidos a la idea que lo contiene, que es anterior a la
manifestación de ese gesto.
Ese trazo inacabado o abierto, es un indicativo de las múltiples
posibilidades de desarrollo contenidas potencialmente en un único gesto, como
símbolo del Trazo Primigenio y por consiguiente un símbolo de la verdad
incognoscible, Principio que está más allá de la propia creación. Ese trazo
abierto es una sugerencia sutil, pero nítida, que nos pone en condiciones
anímicas e intelectuales de advertir que más allá de todas nuestras
percepciones, el misterio se abre ante nosotros como una clara realidad.
"La mayor perfección -dice Lao Tse- debe parecer imperfecta, entonces será
infinita en su efecto; la mayor abundancia debe parecer vacía, entonces será
inagotable en su efecto". A través de la pintura y la caligrafía, se
descubre el Zen.
El practicante debe integrarse completamente en la obra,
como si ésta constituyera una fase de su propia respiración. En el flujo que
une la idea o inspiración artística con la propia obra, se halla el hombre como
intermediario creador o intérprete, lo cual da a cualquier creación el sentido
verdadero de arte. En el arte, tomado como vehículo de Conocimiento del
Ser, o del Zen, no tiene cabida el artificio estético, ni ninguna otra clase de
falseamiento de la obra ya que ésta es, ante todo, el resultado de la
comprensión de las enseñanzas adquiridas por el artista y por consiguiente nunca
un objeto separado de él, pues ambos (objeto y sujeto, u obra y artista) forman
parte de la misma revelación. Esa es la experiencia vital Zen que no necesita,
ni seguramente le convienen, mayores explicaciones
La Cosmogonía es la obra artística por excelencia, su pálpito, que es la vida, está en todo lo que existe y no tiene fin. Toda esa maquinaria celeste y terrestre está al descubierto y al mismo tiempo hoy nos está velado reconocerla. Se dice que antes de estudiar el punto de vista Zen uno ve las montañas como montañas y las aguas como aguas. Una vez se ha alcanzado mayor conocimiento, se comprueba que ni las montañas son montañas ni las aguas, aguas. Y cuando se llega a la substancia y se siente la sorpresa que es la vida, entonces vuelve a ver las montañas como montañas y las aguas como aguas.
La pintura Zen, efímera y simplista (a veces se pinta también sobre hojas de árbol) es al mismo tiempo muy enérgica en los trazos, lo que le da vida y movimiento, consiguiendo reflejar con la misma intensidad tanto el movimiento (yang) como la más reposada quietud (yin), dado que lo que verdaderamente capta el artista Zen no son las formas, sino la vida que fluye en ellas. Estas dos energías, implícitas en todo, se hallan representadas de manera análoga en la simbología de otras tradiciones, lo que indica que en otro tiempo esto era completamente evidente para todos los hombres. Paradójicamente, hoy, no habiendo cambiado nada de esa realidad, los hombres no somos capaces de advertirlo y son necesarios métodos y disciplinas que nos ayuden a recuperar de nuevo esa perspectiva del mundo.14 Se dice que "la iluminación (la Verdad) existe, y si nada le sugerimos quizá se nos revele como muy diferente".
En una de
sus pinturas, en la que se ve un mono colgado de la rama de un árbol que cae
sobre un estanque donde se ve reflejada la luna, el maestro Hakuin, escribió
los siguientes versos:"El
mono trata de alcanzar la luna reflejada en el agua.No se dará
por vencido hasta que la muerte le derrote.Si fuera
capaz de soltar la rama y hundirse en el estanque,El mundo
entero brillaría con claridad deslumbrante".También se
pintan historias donde se captan situaciones vividas por antiguos maestros y
que constituyen enseñanzas expresadas en forma de leyenda en imágenes, y
algunas suelen ir acompañadas de poemas. En una de estas pinturas se ve a un
monje calentándose en una fogata alimentada con la madera de una estatua de
Buda. Sobre esta pintura se cuenta la siguiente leyenda: "Tan Hsia, un
monje vagabundo, llegó a un templo abandonado una noche muy fría de invierno.
Soplaba el viento y caía la nieve, Tan Hsia decidió que el mejor servicio que
podría prestar a Buda era darle calor, y quemó un Buda de madera que había en
el Templo para calentarse".
La pintura Zen muchas veces representa a los maestros
en actitudes poco dignas, como limpiándose las orejas, harapientos y burlones,
lo que indica, una vez más, que al camino del Zen le sobran las reverencias y
el ceremonialismo. A través del arte el Zen promueve iniciar al alumno a captar
el hálito del mundo. Cualquier cosa, y todas las cosas, lo manifiestan.
Bastaría con que fuéramos capaces de contemplarlas con serenidad inteligente y
veríamos que todas están completamente armonizadas. Se trata de reeducar
nuestra visión del mundo, de modo que podamos darnos cuenta de esa realidad
mágica, pues permanece oculta ante las miradas de todos.
El buen observador, cuando contempla las cosas con los ojos de la inteligencia, no sólo mira o ve, también oye y escucha, huele y saborea, y todo eso a la vez que respira y siente. ¿Y acaso ese observador podría ser otra cosa fuera de todas esas percepciones? ¿Dónde situaría uno, cuerdamente, el límite de su individualidad? ¿No es acaso el que contempla el continente y contenido? ¿Y no es acaso la unidad de formas y sensaciones lo que percibimos y nos envuelve? Es por eso que sentirse fuera de esa cosmovisión convierte al ser humano en "desterrado" de su propia realidad trascendente. Mª Ángeles Díaz "Notas sobre el Zen"
http://dmiventana.blogspot.com/2016/09/zen-en-el-arte-del-tiro-con-arco.html
http://dmiventana.blogspot.com/2020/01/la-recta-intencion.html
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